Las dos historias de Eloisse by Claudia Velasco

Las dos historias de Eloisse by Claudia Velasco

autor:Claudia Velasco [Velasco, Claudia]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2015-01-28T23:00:00+00:00


El mismo día de su ingreso en una clínica privada de rehabilitación cerca de Windsor, la noticia de la pelea en el restaurante Adriano de Park Lane recorría los corrillos de todo Londres y Dublín. Issi tuvo que tragarse una vez más la vergüenza y siguió asistiendo a los ensayos con la disciplina de siempre, mientras intentaba consolar a su suegra en la distancia con la idea de que Ron necesitaba ayuda y de que ella permanecería cerca, aunque no pudiera verlo, y así fue. No quería, pero no podía evitar estar preocupada por él. Max le comentó que el sitio donde estaba era precioso, acogedor y de primer nivel y que no podía ver ni hablar con nadie durante los diez primeros días, una medida de contención muy fuerte para alguien como Ronan Molhoney, que era la primera vez que pasaba tanto tiempo incomunicado de su familia.

—Señora Molhoney, su marido no tiene un grave problema de alcoholismo, en realidad no. Pero el consumo de alcohol sí está asociado a sus brotes de ira, a su violencia incontrolada —le explicó su médico por teléfono—, con lo cual lo trataremos de ambos problemas. Él está muy dispuesto y con ganas de curarse.

—¿Pero está bien? Sé que estar aislado no es lo más sencillo para Ronan.

—Está bien, todo lo bien que puede estar un paciente en su estado, claro.

—¿Qué quiere decir, doctor?

—Bueno, lleva solo dos días aquí, está alterado, nervioso, echa de menos a su familia, a los niños, a usted, pero es normal. Puede llamarme todos los días si quiere, y la mantendremos puntualmente informada.

—¿Y puede tocar? ¿Puede tener la guitarra?

—Sí, y tiene un piano en la sala común, ya llegará el día que le apetezca usarlo.

Inmediatamente empezó a sentirse tan culpable de aquello como de todo lo demás. Le dolía el corazón imaginándoselo aislado, solo y asustado entre aquellas cuatro paredes, aunque su padre, Fiona y Mike empezaron a turnarse para no dejarla sola y para apoyarla en sus momentos de mayor preocupación.

Era una situación insólita, muy dolorosa, y cada vez que se metía en la cama y repasaba su larga convivencia, su amor, su idílica vida juntos, no acababa de comprender cómo habían podido llegar a ese punto sin retorno, a tener la vida completamente desmantelada, a no ser capaces de disfrutar de todo aquello que los rodeaba y a encontrarse en un continuo estado de dolor durante tantos meses.

Las charlas a diario con el médico de la clínica la fueron tranquilizando, luego se las explicaba a su suegra y volvía a los quehaceres con los niños, a los ensayos draconianos con George Stathman, con la fecha de su prueba ante el tribunal cada vez más cercana. Y por las noches, ponía vídeos de su padre a los niños, una sola canción, para que lo vieran y supieran lo maravilloso que él era, aunque estaba lejos y los echara mucho de menos. Alex no entendía nada, pero James tocaba la pantalla del televisor y repetía «papá» en su media



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